El fútbol tucumano está de luto. Anoche falleció Pedro Evaristo Farías, una de sus grandes glorias, a los 74 años. La noticia conmocionó al ambiente futbolero local, ya que su diagnóstico de leucemia había sido reciente: apenas dos semanas atrás. Su partida deja un profundo vacío entre quienes lo conocieron como futbolista, como referente barrial y como memoria viva de una época dorada del fútbol provincial.

“Chueco”, como todos lo conocían, fue mucho más que un talentoso volante derecho. Formado en Sportivo Guzmán, vivió literalmente en el club. Debutó joven en Primera y, con apenas 17 años, ya defendía los colores de San Martín mientras hacía el servicio militar. También vistió la camiseta de Atlético Tucumán y de Atlético Ledesma, con quien disputó dos torneos Nacionales y se midió frente a gigantes del fútbol argentino.

En una entrevista con LA GACETA realizada hace algunos meses, Farías repasó su historia con una memoria prodigiosa y una humildad que sorprendía. “En el fútbol de hoy habría llegado a Europa. Nací en la época equivocada”, decía entre risas, aunque sin dejar de sentir cierta nostalgia por aquellos tiempos en los que el talento local abundaba pero las oportunidades eran escasas.

Uno de los hitos más altos de su carrera fue haber sido convocado por César Luis Menotti a la Selección Argentina para disputar los Juegos Panamericanos de México 1975. En ese torneo, Farías se colgó la medalla de bronce tras vencer a Costa Rica en el partido por el tercer puesto. Compartió equipo con figuras como Américo Gallego, Luis Galván y Carlos Suárez. “Menotti era un adelantado, hacía jugar a los equipos como ahora lo hace Guardiola”, recordaba con admiración.

Además, jugó frente a Diego Maradona cuando el “10” daba sus primeros pasos en Argentinos Juniors. También se enfrentó a Ricardo Bochini y fue felicitado por Roberto Perfumo en una goleada histórica de Racing sobre San Martín. “Jugás muy bien”, le dijo el Mariscal al tucumano en un gesto que Farías no olvidó jamás.

Aunque tuvo la posibilidad de seguir vinculado al fútbol desde lo profesional, su honestidad lo llevó por otros caminos. Fue ayudante de campo, pero la falta de estabilidad económica en ese rol lo empujó a dejarlo. Rechazó una oferta para jugar en Estados Unidos y eligió quedarse en su tierra. En los últimos años, era habitual verlo vendiendo diarios en el puesto de su hermana, en Santiago y Balcarce. “No quiero saber más nada con el fútbol, me quedaron los amigos y los recuerdos”, decía, aunque sus ojos se iluminaban al hablar del pasado.

Pedro Evaristo Farías fue de esos jugadores que dejaron una huella más profunda que la que marcan los títulos o los flashes. Su legado es el de un jugador con clase, pero también el de una persona íntegra, que nunca perdió la sonrisa ni la humildad. Hoy el fútbol tucumano lo despide con respeto y gratitud.